En el marco de un ejercicio de "discernimiento evangélico" (EG 50), el Papa se detiene "con una mirada pastoral, en algunos aspectos de la realidad que pueden detener o debilitar los dinamismos de renovación misionera" (EG 51). Observa que "la humanidad vive en este momento un giro histórico" o "cambio de época" (EG 52), en el que de la mano de un "fetichismo del dinero" y la "dictadura de una economía sin rostro" (EG 55), "todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte" (EG 53), y donde "se ha desarrollado una globalización de la indiferencia" (EG 54).
"Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres" (EG 59), y se pretende "encontrar la solución en una 'educación' que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos" (EG 60). Se produce un "acelerado deterioro de las raíces culturales" (EG 62) y la "proliferación de nuevos movimientos religiosos" (EG 63), a la par que "se tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo" (EG 64). Se "debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas", incluyendo los familiares (EG 67).
Si bien existen "debilidades" en las "culturas populares de los pueblos católicos [...], la piedad popular es el mejor punto de partida para sanarlas y liberarlas" (EG 69). Por otra parte, "una cultura inédita late y se elabora en la ciudad", que se convierte en "lugar privilegiado de la nueva evangelización" (EG 73), si bien en ella también "se desarrollan el tráfico de drogas y de personas" (EG 75).
En este contexto, una tentación de los agentes pastorales es la "preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión" (EG 78), el "aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana" (EG 80), con "actividades mal vividas" (EG 82), y el progresivo desarrollo de una "psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo" (EG 83), o en "pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre" (EG 85).
El Papa recuerda que "estamos llamados a ser personas-cántaro" (EG 86), descubriendo "la mística de vivir juntos [...] en una santa peregrinación" (EG 87), en una especie de "fraternidad mística, contemplativa" (EG 92). Con esto contrasta la "mundanidad espiritual" (EG 93), que hace mirar "de arriba y de lejos" y "rechaza la profecía de los hermanos" (EG 97); la "fascinación del gnosticismo" o su contracara, "el neopelagianismo autorreferencial y prometeico" (EG 94), propio de "generales de ejércitos derrotados" (EG 96).
Es cierto que "ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia" (EG 102), pero es necesario "ampliar la presencia femenina" (EG 103), "escuchar a los jóvenes [para que sean "callejeros de la fe" (EG 106)] y a los ancianos" (EG 108).
Para quienes tuvieren interés, pueden rastrearse estos mismos temas durante los primeros siete meses del pontificado de Francisco, en mi libro Francisco, obispo de Roma en el Año de la Fe, pp.49-54 ("El ídolo del dinero y la cultura del descarte"), y pp.43-47 ("El discipulado misionero de todos los bautizados").
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