Con un lenguaje coloquial que llamamos lunfardo, Discépolo le pone palabra poética a su propia experiencia personal-epocal que es la de muchos contemporáneos suyos en Buenos Aires y en el mundo: de entonces y de todo tiempo crítico transicional. Detrás del aparente desencanto existe la convicción de que las cosas deberían ser de otro modo, y que en algún momento Alguien se hará cargo de la situación. Discépolo logra plasmar en tangos de tres minutos para el gran público las grandes cuestiones filosóficas abordadas por pensadores de la talla de Heidegger, Sartre o Camus.
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